EL DELGADO HIELO

Por Jaime V.

“¿Los habitantes de nuestro moderno mundo líquido no son como los habitantes de Leonia, preocupados por una cosa mientras hablan de otra?”.  

– Zygmunt Bauman.

Vivimos en una sociedad líquida. Posiblemente desde la pandemia las ideas del sociólogo Z. Bauman han tomado nueva connotación: la fragilidad de los vínculos, y el constante cambio de las instituciones y de aquello que en algún momento, pareció una certeza. La ausencia de referentes.

Aunque aquellos versados en el acontecer del mundo, dirán que las certezas jamás han sido una constante. Y puede que tengan razón. Sin embargo, cuando se acentúa la naturaleza de la fragilidad de forma masiva, el asunto de las certezas varía considerablemente.

En cada momento de la historia es preciso hacer las preguntas correctas. Sería de suma arrogancia pretender tener las preguntas correctas en el momento preciso, pero el acto de preguntar, nos recuerda humildemente la finitud de nuestros días y, que en el fondo, somos meros aprendices en un mundo en constante cambio.

Tal vez la única pregunta acertada en cada época, sea aquella que dice relación a nosotros mismos, a aquello qué se espera que hagamos en determinado momento: “¿Qué debo hacer?”

Pero, ¿Quién espera? ¿La sociedad? ¿Nuestro prójimo?.

Kant nos diría que debemos actuar por deber, siguiendo máximas autoimpuestas con carácter universal, independientemente de los aspectos subjetivos y variables externas. Otros autores de tiempos remotos nos dirían que nos debemos a la polis, a la ciudad y sus leyes. Otros, en tanto, que nos debemos a nosotros mismos: hacer nuestra voluntad. ¿Dónde entonces residen las verdades? ¿Las verdades, absolutas?

Puede que nuestra generación, en esta era digital, se encuentre en la búsqueda de verdades a las que abrazar en la deriva de un océano de constante información.

Pero el delgado hielo sobre el que caminamos día a día nos debe enseñar algo: esta búsqueda es colectiva. A veces nos encontramos y formamos grupos, otras veces nos distanciamos y, en algunos casos, nos oponemos férreamente. Sin embargo, la transversalidad de la humanidad está dada por estas preguntas y, la única forma de arribar a verdades a medias es mirando de frente al otro. De otro modo, puede que nos ocurra lo mismo que a los habitantes de la pintura de Bruegel: a unos metros de distancia el joven Ícaro se ahogaba, pero nadie se dio cuenta.

Parafraseando al filósofo en estos tiempos actuales: No, no estoy de acuerdo contigo, pero en tu discrepancia, y la mía, nos une la búsqueda por una verdad que anhelamos, y nos falta. 

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